SAID VLADIMIR
Said Vladimir Ramírez Téllez (1991, Guerrero). Es Licenciado en Literatura Hispanoamericana por la Universidad Autónoma de Guerrero y Maestro en Humanidades por la misma universidad. La literatura ecuatoriana contemporánea, en particular la Generación del 30 focaliza el centro de su interés académico. Ha publicado ensayo en revistas indexadas, participado en congresos en diversos estados de la república, y realizado estancias de investigación en Ecuador. Es miembro del comité editorial de La Manticora Revista de Humanidades. Como autor ha publicado el libro de cuentos Como cazar al tigre (La tinta del silencio, 2019). Gusta impartir talleres de cuento y poesía. Actualmente cultiva la pasión por la fotografía, los pequeños formatos y las técnicas antiguas como la cianotipia. En sus ratos libres cosecha los azules del trópico. Su nuevo libro de ficciones, Los terribles blues de Guayaquil, dialoga entre la fotografía y el blues desde México y Ecuador.
Fragmento del libro: Los terribles blues de Guayaquil
Había estado ausente de Guayaquil el tiempo suficiente para que sus calles me parecieran extrañas. El ritmo de la vida en el malecón era más rápido y al mismo tiempo más lento que en el centro de la ciudad. El ardiente aire nocturno tenía una tensión distinta. Me dolía un poco la cabeza. No en balde estaba en un país solar donde el día y la noche eran iguales a todo lo largo del año, y no había verano e invierno como en las zonas templadas y aún en la época de lluvias, sobreponiéndose a los racimos de nubes negras que colgaban sobre la ciudad, se asomaba el sol en un retazo de cielo azul. Cuando amanecía subía por las escalinatas hasta llegar al faro, o me sentaba en un banco del malecón a contemplar el Guayas: aceptaba el tránsito de las embarcaciones con una servidumbre amable. El viento del nordeste cálido y desapacible, soplaba hacia el suroeste de Guayaquil. Los pequeños veleros evolucionaban por todas direcciones.
Algunos, viento en popa, surcaban rápidamente el río. Otros avanzaban lentamente en sentido contrario. Un pequeño barco se deslizaba, así, dulcemente, como se deslizaba la muerte en el espíritu remansado de serenidad de los viejos… La fortuna era un viento que soplaba con igual intensidad y en direcciones variables. Había que saber aprovecharla para navegar viento en popa o soslayando la corriente sin dejarse sorprender de flanco. Yo era inconstante, irresponsable, avaro.