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El Litoral de los Poetas… una Barca del
NosOtros

Ricardo Espinoza Lolas

“La Barca, con el niño envejecido y conmigo, atravesó Atacama gracias a la fuerza de los likan-antay (su fortaleza puede realizar lo imposible) y poco a poco nos fuimos acercando al Litoral del mar salvaje, de las gaviotas, del declamar creativo y material de los versos. Y allí el Parra, el Nicanor, nos atendió en su casa de Las Cruces y nos dio de beber unos poemas que nos regaló por fin descanso y fuerza para seguir; Neruda, muy cerca de ahí, en su Isla Negra, nos ofreció la oportunidad de dormir en su cama para que al despertar, de una siesta, viéramos la madera de nuestras vidas que nos sostiene y luego la pudimos tomar de las arenas y con ella, felices, viajamos a Cartagena a despertar al mago Huidobro. Y él, como un Altazor, nos regaló el “ETERFINIFETRE” que permitió a Kiko seguir corriendo por el Litoral tras su sueño que quiere evitar su radical muerte y a mí me dio la fuerza para saborear mi propia muerte en la misma medida que escribo múltiples textos y amo en Playa Ancha, en Barcelona y en Polignano a Mare…. Escritura y amor… y contigo… construyo Barcas… ¡Sí!... Contigo…” (Espinoza, “Entre volcanes, mares y poetas habita nuestra Barca”, en Le Monde diplomatique, 9 de junio de 2024).

De esa Barca sigo escribiendo, una Barca del NosOtros que deviene míticamente en un Toro Banco, lo dionisíaco prístino, que ha viajado por miles de años por los distintos mares y tierras de este pequeño planeta azul y así ha conocido a lo humano, a todo lo humano en sus matices…

Vicente, el mago de Cartagena, me enseñó un día en su casa, estaba enfermo, pero lúcido, que incluso en la muerte, la mía, la tuya, es posible reír y me dijo cuando me acerqué a él algo así: “¡Cara de poto!” y luego murió, pero alegre… ¿Alegría?... ¿Quién dijo “Alegría”?... ¿Un poeta puede reír? ¿Estar alegre es el temple del poeta?... también en “su” muerte… los filósofos no pueden, nunca. Si pensamos en el aburrido Heidegger y su filosofía en torno a la muerte es de suyo “mortífera” y da angustia y hay que salir huyendo, pero Vicente y los poetas del Litoral ríen, también de sí mismos, de sus vidas, amores… de sus enfermedades, de tanto desamor, traición y dolor que ha acontecido en Chile… los poetas del Litoral son alegres “a pesar de” ellos mismos… ¿Por qué estos poetas no se hunden en el dolor y le cantan a la muerte, a lo sublime, a todo lo cristiano que devino hace tiempo en “egiptología”, esto es, cantar a la estatua rígida de templo nocturno?

Kiko quería de nuevo ir a entregarle a don Pablo el mensaje del “Viento del Mistral”, pero él se esconde en el cabello de la chascona y no se levanta nunca de su siesta, nunca… de una en el juego, en la escritura, en las arenas, los vientos, el mar, las tintas verdes, el papel… es que Pablo es poeta de la vida y no de la muerte, aunque el niño mensajero lo busque incansablemente toda una vida, él, el mensajero, no podrá dar con el poeta de las tres casas y se perderá en una de ellas, en la más laberíntica para bailar y vivir entre máscaras, amigos, vinos… Pablo, un bello ebrio comilón que baila incluso por encima de su gordura y en el dolor de su pobreza, canta una y otra vez el mismo canto… el del Litoral de los Poetas…

Una vez Matilde, y creo que también Ximena, me han dicho o, me confundo, fue el mensajero el que me lo susurró, que el mejor bailarín de la costa fue siempre Pablo y ese era el tema de la rivalidad entre ambos, pues Vicente ha sido gran bailarín, grande, de esos que se mueven como un Fred Astaire por los lugares más increíbles, como los salones de baile parisino, pero Pablo, el gordito grandulón, aprendió de otros bailes, de unos que acontecen cuando tienes tanta hambre que haces lo que sea por sobrevivir, ese baile, lo llevó por otros tipo de salones, de camas, de prostíbulos, de múltiples Capris, en donde el bailarín necesitaba a su acompañante para acoplarse y no sentir tanta hambre y con ello la fría soledad. Cada uno estaba celoso por cómo el otro bailaba y en ello construía su Barca; esa Barca que los llevaría, junto a tantos locos, por insondables mares y aventuras… entre “lirios y cañonazos” fueron bailando, hasta que el “pituco” se fue antes por su acostumbrada soberbia no quiso tomar el taxi para subir a su casa y el Neftalí se fue años después entre sexo, palabras y venenos pinochetistas. Esas Barcas no se juntaban pero, a veces, sí; hay que ser fino para verlo…

¿Cómo, me preguntó el Toro?... es que pienso que en Las Cruces donde yace el otro bailarín de las risas, ironías; fino entre los finos físicos chilenos que siendo tan fino devino imperceptible para las ciencias para dedicarse a jugar, como los niños mensajeros, a llevar todo tipo de recados a quién se le cruce en su camino… y en esos recados lo que buscaba es que pudiéramos construir Barcas, porque él no lo haría, solo NosOtros… el Parra fue un mensajero, como Kiko, entre el mago y el poeta. Y ahora yace entre ellos con el mismo mensaje… nunca Mistral, nunca... sino alegre… el Parra sabía, por los vientos del litoral y sus gaviotas, que solo se baila en la alegría y es ella la que nos revoluciona, pero el Parra no tenía la fuerza para ser alegre, pero sí para darnos el mandato, como Kiko, de que lo fuéramos, pues en la única manera de vivir…

Un día llegué de vuelta a Chile en el lomo del Toro Blanco desde Polignano a Mare y vi al mago, al poeta y al mensajero bailando, ebrios, en la Playa de El Tabo junto a una fogata… cerca de ellos los miraba, atónito, el niño Kiko… y los iluminaba con tu teléfono portátil… ellos bailaban, reían, declamaban… era como un juego de brujos… Parra declamaba versos de Neruda, Huidobro algunos de Parra y Neruda, que tenía mala memoria, pensaba que los versos que gritaba eran de Huidobro y no, eran de Pablo de Rokha… creo que los otros ni se dieron cuenta del error gracioso de Neruda, es que se habían bebido tantas botellas de vinos que todo les daba lo mismo… el Toro y yo los mirábamos desde cerca de la playa, todavía en el agua… no olviden que el Toro Blanco es grande como un edificio veneciano de 3 o 4 pisos de altura… yo estaba, para variar todo mojado sobre el cuello del Toro, porque para llegar al Litoral chileno se vino jugando por la cubierta del mar y, a la vez, por sus profundidades; y giró bruscamente por el Cabo de Hornos y luego subió de modo casi recto al frente de la costa y nos hundimos y salimos en Chiloé…

Me preocupé pensé que el Toro, que es algo caprichoso, estaba molesto, eran como las 4.48 de la mañana, estaba frío, todavía no amanecía… y con el Toro nunca se sabe, en verdad, temía por estos tres locos borrachos… Neruda era muy gracioso porque su gordura lo llevaba al suelo a cada rato, llevaba arena por todas partes, hasta en las orejas, en cambio Huidobro era tan elegante, que al parecer ni en sus zapatos tenía arena alguna, pisaba el suelo sin pisarlo, levitaba… el Nica, siempre cómodo estaba encuclillas, era un “pillo” de siete suelas… y yo pensaba, si el Toro se los come… a los tres… o, a uno… o, la cabeza de Parra, la polla de Neruda, la mano de Huidobro… con la que usaba la pistola… ellos de juerga y bailando… bebiendo lo que le quedaba en las botellas… el Toro y yo tensos en el agua… creo que Kiko se dio cuenta de NosOtros y nos miraba de reojo algo intranquilo.

Y de repente aconteció algo realmente bello y único… el Toro Blanco se puso a declamar a Huidobro, porque se dio cuenta del error de Neruda… y dijo con una voz potente que despertó a todos los que dormían en el Litoral:

“Mujer el mundo está amueblado por tus ojos

Se hace más alto el cielo en tu presencia

La tierra se prolonga de rosa en rosa

Y el aire se prolonga de paloma en paloma

Al irte dejas una estrella en tu sitio

Dejas caer tus luces como el barco que pasa

Mientras te sigue mi canto embrujado

Como una serpiente fiel y melancólica

Y tú vuelves la cabeza detrás de algún astro…”

Ante esto, los tres poetas callaron abruptamente, vieron, en la oscuridad del mar, al Toro Blanco… ninguno huyó, no le tenían miedo… Huidobro emocionado se fue raudo al mar a tocarle el pecho, Parra decía algo que no se entendía, era un mensaje, como una fórmula física y reía mucho, desde la fogata… Neruda corrió y por fin habló con el mensajero niño y le dijo:

“Sucede que me canso de mis pies y mis uñas

y mi pelo y mi sombra.

Sucede que me canso de ser hombre”.

Kiko, dijo, “por fin me has hablado” … y el Toro Blanco reía y reía… era tanta su Alegría que me lanzo al mar, casi me ahogo, no sé nadar… después me agarró con su enorme hocico desde mi camiseta de Bowie y me levantó, me miró intensamente a la cara… y me cerró uno de sus ojos…

                                                                                 14 de junio de 2024, Polignano a Mare