IVÁN DRAGOMIR IGOR SANTOS
Iván Dragomir Igor Santos. (Santiago de Chile) Escritor y artista visual, ha desarrollado una decena de obras en las esferas de la novela, el cuento y la poesía, comenzando a publicar el año 2009 a través de la micro editorial “La Luz en Llamas”.
– Finalista del premio de poesía “Puente de letras” 2010 en España, con el poema “Canto final de una historia de inmolación y centurias” que, fue publicado en una recopilación titulada “El tiempo dormido”, Colección: Arbersos 3, España.
Sus ultimas cuatro publicaciones fueron en el año 2023.
“La huida”
Aprendió a sobrevivir a las viejas historias.
Al catecismo y la primera comunión, también.
A las sectas proféticas y a los maestros New Age.
Aprendió de los locos y otros marginados
A remover la herrumbre del pasado.
Que los secretos no existen y que nada es olvidado.
Y aprendió de los artesanos y los hippies
Los ciclos lunares del marxismo y sus tipos de fe.
Ellos le enseñaron a escribir en la pared.
Aprendió de los vientos del verano,
que el amor no tiene nada de azaroso.
Si no que más bien, es un sorteo concertado.
Se aprendió de memoria el alfabeto de miradas
de los nómadas de cada temporada.
De aquellos fantasmas que aun vagan por su casa.
Con el pasar del tiempo
Aprendió a vengar silencios
Leyendo todos los libros a su alcance.
Y, así supo que la vida era un trance.
Y aprendió del mar,
Que era un náufrago sin alas.
Entonces, anudó todo lo aprendido
Y, echó a andar hacia la playa.
Caminó en lo lejano
hacia el horizonte plateado
Porque para siempre
ya esto es nada.
Solo caminar tiene sentido.
Levitando sobre el agua.
“Implosión”
Veinticuatro años; quizás más, quizás menos.
Cuando descubres que llevas una galaxia dentro,
en el nacimiento de tus planetas internos.
Adentro, muy adentro,
Colmado de constelaciones de sangre,
de nebulosas multicolores,
De materia oscura,
de vacío lunar.
Una premonición.
De la imagen del universo,
Donde yo soy la médula.
Un pequeño sol.
Todo lo incendio.
“El hueco del eco”
Yo no sé cómo se olvida.
No sé quitar nombres de mi pecho.
Ni silenciar la carcajada que disloca el alma.
O, la soledad que se estanca en mi estrujado cielo.